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Mostrando entradas de junio, 2013

Girasol

Es un día de verano, y el gran astro brilla alto, quemándonos la piel. Tú y yo, mano a mano, caminando, se nos clavan las espigas en los pies; seguimos el sendero del campo, buscando alguna sombra para cobijarnos. Y mano a mano, sé que te empiezo a querer. La explanada luce limpia, indómita, repleta de trigo y cereal; la naturaleza se revela paciente, adormecida en la tarde estival. El calor nos hace risueños, transparentes, entorna los párpados, nos sosiega el corazón. En mitad del paraje me siento, te sientas, te recuestas, y abres tus ojos al sol. Se descubren en ellos tus colores: amarillo ocre en torno a un centro marrón, verdes sesgados, motas de azul; me parecen un girasol. La luz irradia de ellos, la paleta de Van Gogh. Me sonrío y me tumbo a tu costado, bendito verano, heliocéntrico amor. En medio de un mar de herbáceas, del Perú vienen en volandas las pipas de esta canción. Arrancamos las semillas, las ponemos a tostar en nuestros cuerpos ya tostado

High love, heart drugs

God, I’m very, very frightening, I’ll overdo it. The National He cometido un error. Todo lo que amo está perdido en los cajones, en el fondo del armario. Ha pasado algo, algo que ha colmado el vaso y que ahora lo está desbordando. No tengo tiempo, no para esto; me siento perdido. Pero hoy voy a empezar de nuevo. Hoy te voy a llevar a casa. Me apresuraré a buscarte a la salida del trabajo. Aún no sé quien eres, pero sé que lo sabré en cuanto te vea. Te reconoceré entre todas, porque llevo soñando contigo más de veinte años. Una eternidad echándote de menos, antes de conocerte. Hoy va a ser el día. Te encontraré y tú sentirás que has sido encontrada. Eres la última pieza de mi puzzle, te necesito para completarlo. Para completarme. Y sólo encajas tú. Hoy te llevaré a casa. Recorreremos el camino en silencio, te cogeré de la mano. Te guiaré hasta allí como tú me has guiado hasta ti. Y te miraré a los ojos, muy dentro, penetrando tus pupilas.

Cuando se acuestan la razón y el deseo, llueve sobre mojado

Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción. Joaquín Sabina Se despertó con el rímel corrido y el pelo enmarañado, y notó el tacto suave de las sábanas al recobrar conciencia de su cuerpo. Estaba boca abajo, con el cuello torcido hacia la izquierda, el lugar donde debía haber estado él. Pero cuando entreabrió los ojos y enfocó presionando como hacen los miopes, no vio nada. Me desperté y la vi a mi lado, hecha un ovillo, y su cabello era la madeja de oro. Me incorporé con cuidado, sin hacer ruido, y la observé desde la pared, como quien observa un regalo con miedo a que desaparezca. Y al encontrar el hueco de su ausencia en el colchón, estiró la mano y tocó las arrugas que habían dejado su espalda, arrugándose un poco más el corazón. La luz entraba con miedo por la ventana, las cortinas descorridas, el vaho del alba insuflando despertares. Pestañeó. Él siguió sin estar allí. Pestañeó y lloró. Lloró lágrimas antiguas. Miré

Western breve

Nació con la mirada aviesa y fatalista, pero no era una mala mujer. Ya fuera por aburrimiento o por un pesimismo innato, se empecinaba en verle un final descarriado a todo lo que discurriera ante sus ojos. Cada mañana, mientras barría el soportal que daba entrada a su casa, observaba las camionetas deslizarse entre los baches de la carretera de en frente y, sin malicia pero con seguridad, imaginaba como alguna habría de, inevitablemente, precipitarse hasta el arcén y estrellarse contra algún árbol, de esos de tronco nudoso y centenario que conformaban la avenida de piedras. Veía las mercancías balancearse en los traseros de los camiones, y al instante sus ojos las colocaban en el suelo, rotas y desparramadas, en un destino fatal. Fatal era también la suerte de los vecinos, o eso creía ella. La una por un motivo, el colindante por otro, pero sin duda a todos habría de acontecerles algo malo, sólo era cuestión de tiempo, porque la mala suerte era algo innato a la vida y al ser humano.

Nunca estaréis a salvo.

El sol brillaba alto despuntando la azotea, y él se empezó a desperezar. Por la ventana entraban abundantes rayos de luz que irradiaban la estancia y le cegaban los ojos aún dormidos. Por la posición del astro debían ser más de las dos, pensó, y lanzó el primer improperio del día. Se deslizó de la cama hasta el suelo como una serpiente y encendió el televisor. Con las noticias de fondo se aguó la cara y el cuerpo en el baño sin espejo. Ya no tenía. Le daba miedo mirarse en los ojos y no ver nada. Porque hacía tiempo que no sentía nada. Se atusó la barba mientras bebía zumo de un cartón y escuchaba la voz monótona del presentador. Nuevas medidas en el Congreso, últimas exigencias desde Bruselas, novedades viejas sobre juicios de corrupción, un incendio aquí, una caída en la bolsa allá. - Tras haberles contado las noticias destacadas del día, volvemos sobre el suceso con el que abríamos el telediario, y que tiene conmocionada a toda Inglaterra. Sin mediar más palabra, apareció e

Declaración de Amor.

"¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo, así mis alas se extienden enormes para amarte sin medida” . Frida Kahlo. ¿Y qué quieres que te diga? Si ya lo sabes todo. Tenía miedo de perderte, y entonces pasó algo extraño: me perdí yo. Y ese entonces me gustó. Al principio no, lo reconozco, a nadie le gusta estar perdido. Pero en medio de esa confusión aprendí a entenderme a mí misma. Es extraño, pero comprendí que me había estado llenando de cosas que sólo me habían vaciado. No hablo ya de ti, hablo del día a día, las obsesiones, los dramas, los excesos. Nada es bueno en exceso. Tuve que tomar distancia. Para ver mejor. Y vi que no podía tener miedo a perder algo que no poseo, porque al fin y al cabo tú eres sólo tuyo, y yo soy sólo mía.  Sí, ya sé que dicho así todo esto suena poco romántico. No es que ya no te quiera, compréndelo. Te amo, pero es que tienes que entenderlo. Había llegado a un punto en el que mis sentimientos eran hasta excéntrico

El regreso II

Elegí un día para regresar, y se cumplieron todos mis presagios. El destino existía y quería dolerme, quería que le hiciera frente con la espalda recta y los ojos firmes. Volví a la ciudad con el alma en dos maletas y el bolso con el que me marché, portando en él ancestros negros y sagaces que me ayudaran a ahuyentarle.  Habían muerto muchas vidas, se habían extinguido tantas llamas, ¿sería posible que me encontrara en mitad de tanta gente? Yo caminé, más sola que nunca, entre la tanta gente. Y no le vi. Pero en el fondo de mi ser, ese que se retuerce y se incendia cada día avivado por el recuerdo, sabía que él estaba esperándome. Siempre lo estuvo, siempre lo ha estado. Y sentí miedo. Me moví entre la multitud, cargando sobre ruedas el peso de mi pasado y lo incierto del futuro, y con cada bocanada de aire me asfixiaba un poco más. La atmósfera en las calles era densa y espesaba la sangre. Crucé laberínticos pasajes guiada por un impulso desesperado, sin saber a dón

El regreso

Y de pronto un día, sin avisar, sin llamar antes, regresó. Pulsó con sus tacones sobre los huecos perdidos de la moqueta, y el perro que jamás habían tenido ladró al percibir su olor. Y continuó esperando, de pie, impertérrita, a que la sombra del sofá se moviera y la recibiera. Pero no lo hizo.  Ella decidió volver con el verano, cuando las almas se calientan, para evitar sumarse al frío gélido del que sería la mal-venida. Y el primero de Junio se plantó allí, como una margarita deshojada con una peluca de lirios, con la pose de una orquídea y el olor de un clavel. Pero en la raíz estaba marchita, como el animal humano que sollozaba en silencio en el sofá. Había vuelvo para quedarse, pero no sabía que ya no quedaba nada. Y no sabía que los jardines sin agua ni amor se marchitan, que los jarrones se agrietan, que las fuentes se secan. Y no supo ver las persianas apestilladas, el silencio de los rayos del sol, el olor a podredumbre que emanaba del sofá. Y allí siguió,