Carreteras secundarias

Un pozo sin fondo, vaciado de petróleo.
Una mano que emerge ennegrecida de él.
Un cadáver que se pudre en las tinieblas de lo hondo.
Una estación sin letrero, sin destinos y sin ley.
En los suburbios del desierto, donde muere el horizonte, las colinas serpentean grises sobre el atardecer. Allí ya no hay luz, no hay vida, no hay hombres. Los fantasmas habitan los túneles del ayer. Y de ese pasado feroz, queda un rastro mugriento, que envilece las luces de la antigua estación. La barra del bar está fría y helada, tiemblan los asientos, mueren los perros, las sirenas suenan al anochecer. Las luces de neón ya no brillan como antes, se apagó hasta la oscuridad; se la comieron los coyotes de las carreteras secundarias.
En ese mundo cruel y sin colores, saco la mano por el pozo, que me quiere absorber. Saco la mano y la olisquea un lobo, saco la mano y me la enfría el viento, saco la mano y me intento sujetar al borde.
Pero la mano me suelta a mí misma y empiezo a caer, caer, caer... hasta las profundidades de mis propios miedos. Y no quedará nada de mí, pues las cenizas del olvido quemarán lo demás; si es que, alguna vez, hubo algo.

Comentarios

  1. Nietszche decía que si miras demasiado tiempo una grieta la grieta empezará a mirar dentro de ti. Supongo que ser consciente de eso ayuda a alejarse de los precipicios y a seguir avanzando siempre sobre terreno firme.

    Pero aún así, sI tú te dejas caer a ti misma, aquí hay un par de manos para recogerte.

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    1. Pues no conocía esa frase de Nietszche, me encanta, gracias por decírmela. Yo creo que estoy mutando a grieta, esperemos que sea una piel de serpiente y luego vuelva a ser yo.
      ¡Los precipicios son magnéticos y tiran de nosotros!

      Gracias por el par de manos :) :)

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