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Mostrando entradas de 2011

¡Feliz Vanidad!

Batir de alas salvajes

"Si le hubiera cortado las alas habría sido mía, no habría escapado. Pero así, habría dejado de ser pájaro. Y yo...yo lo que amaba era un pájaro." Mikel Laboa

Post mortem

Perdí las huellas dactilares. De arrancarme la piel a tiras, de morderme el cuerpo, de exprimirme la sangre. Perdí mis huellas dactilares y con ellas olvidé el pasado. Desanduve en mi memoria los caminos recorridos, borré los errores y hasta sus enseñanzas. Por perder, perdí hasta el aliento. Y la respiración. Los latidos de mi reloj. Los tic-tac del corazón. Mis pies pisaron cristales. Perdí la conciencia y el subconsciente. Perdí tantas cosas que dejé de llamarlo perder y lo llamé ganar. Y a lo poco que recibí después de aquello lo llamé milagro. Nunca un milagro se había parecido tanto a la nada. Nunca el vacío había estado tan lleno ni mi vaso roto tan colmado. Tras el túnel vino la luz. Después de perder las huellas dactilares perdí algo más que mi identidad; pero luego recuperé mucho, quizá demasiado. Y no sólo la cordura. Encontré el Origen. El Porqué de la Verdad. La Verdad es algo que se parece mucho a la Mentira pero que se diferencia de ella en una cos

Y te has quedado un año más

Porque siempre es peor quedarse que irse, cuando es otro el que te deja atrás. Imposible remendar un corazón abandonado, que contempla los paisajes ahora hastiados de ausencia, los lugares compartidos, mientras suenan notas de tragedia. Imposible revivir el latido apagado, si no es llenándolo de otras gentes y momentos, más falsos, más huecos... Permaneces enclavado en un eje sin rotación. Trasládate o muere, mantra que le llena... Se lleva el aire las gotas de miel transportadas en el camino recorrido, agriando el sabor del nuevo individuo roto en el que te has convertido. En realidad, eres más viejo que nunca. Estás solo. "Dormíamos tan unidos, que amanecíamos siameses". Ahora duermes y no despiertas para no pasar frío en ese lado de la cama, por miedo a no reconocer el sonido del vacío. Sigues imaginando aquella respiración fuerte, tecleas en la mesilla con los dedos sus pasos extinguidos, evocas una imagen que sólo volverá en tu mente. Es tan corto es

Prisas.

Por llegar, por intentar llegar. Por mantenerse, por sobrevivir, por no abandonarse. Y por marcharse. Marcharse entre dolores de cabeza, uñas rotas, moratones, arañazos, lágrimas, decepciones y fracasos. Por marcharse, por huir, por dejarlo todo. Prisa.

Odiar.

El que odia puede ser ruin, cruel e injusto. Pero lo odiado es el desencadenante. ¿El fin justifica los medios?

Ya a la venta.

Tengo la nariz alargada y no me llamo Inma, ni Ana, ni Marta, ni Sandra. A veces me llamo Soledad, que también empieza por "ese", pero no sé si cuenta. Tengo otras cosas grandes, y otras pequeñas, y hay otras cosas que no tengo. Tendrás que descubrirlas, no lo pone en el envase. Elige. Se compra aquí. Pero no podrás pagar con tarjeta.

Octubre es el mes de hierro del Otoño

Odio soñar con otros hombres cuando duermes conmigo.   Me gusta taparme con el edredón grueso y despertarme con menos peso en la piel. Prefiero escuchar música que me entristece en esos días del mes, y en los demás. Me gusta engañarme a mí misma y creerme que soy valiente. Me alivia el aire fresco que pega en la cara cuando me encuentro enferma.  Quiero que me cuiden cuando lo estoy, lo necesito. Sé que no estoy sola, pero me gusta autocastigarme. Me gustas, yo no me gusto, y odio algunas cosas. Arriesgo en las decisiones pequeñas, porque las grandes se me quedan grandes. Detesto las cosas que no tienen sentido. Prefiero las cuadrículas. No, es mentira. Dame un buen folio en blanco y crearé. Adoro el verdeazul del mar y su olor. Me gusta el tacto de la arena y como deja las uñas la sal. Amo el Sol y lo que crea. Amo la lluvia y lo que destruye en su propia creación. Sé que no soy nada, y eso es suficiente. Por encima de todo, adoro el Otoño. Tendría un ro

Me lo merecía

Ni Ley de Murphy ni tonterías. Yo me lo guiso, yo me lo como. Yo me guiso el añarazo de la frente, los moratones de las piernas, el bulto en la derecha del tamaño de mi estupidez, los ojos hinchados y la nariz llena de mocos. Pero eso no me lo como, por Dios. Yo me guiso también el arrepentimiento y la rabia de lo sucedido, pero no hay forma de digerirlo. Y yo me guiso que no me cojan el teléfono: ¡para adentro también! Y así fue como me peleé por primera vez conmigo misma, y perdí. Vuelvo a la cocina, a guisarle a él su comida. Y yo me guiso que no me cojan el teléfono, cómo era, 017... 018... ¿016? Da igual, no van a cogerlo, no me lo merezco.

Si fueras a morir mañana, ¿qué harías?

Piensa en ello. Piensa en lo que harías si éste fuera tu último día con vida. Sostenlo en la punta de los dedos, deja que se espese y madure; pero sólo un momento. Y entonces, hazlo. Plantéate esto cada vez que puedas, porque así vivirás intensamente, estarás un poco más cerca de tus verdaderos deseos. De la vida de verdad. Cuando se hunda tu ánimo, cuando se doblen tus rodillas y te falte oxígeno en la cabeza, piensa: ¿qué haría si fuera a morir mañana? Entonces el soplo de aire, color de último día, te llenará los pulmones y te devolverá las ganas de vivir, gracias a la satisfacción de saber, que en realidad, no es el final.

Random

Encuentra el punto exacto en el que debes parar.  Cuando las emociones te sobrecarguen, cuando notes que empieza a alejarse tu mente y no puedes controlarla, cuando sientas que estás llegando a esa frontera antes de la explosión, sujeta tu cuerpo justo en ese punto antes de lo irremediable, y no llegues más allá. Detente en seco. Libera de golpe a tus músculos de la tensión y no dejes que tu cabeza quede a merced de la locura. Encuentra el punto exacto en ti, previo a la tormenta, y desconéctalo. (Cambios de temperatura, del azul al rojo ).

Amarillo

Hay cosas de las que debemos saber prescindir en beneficio de otras mejores. O simplemente, porque hay que recordar que perdiendo, también se gana.

Verso libre y encerrado

Tengo frío en los pies, aunque llevo calcetines altos. Se me ha caído tanto pelo que podría hacer una alfombra con él. Una alfombra donde tumbarme a esperar a la Muerte. Madrugo, me desvisto, me sujeto a otra ropa para no caer. Espero, espero, espero, me impaciento, me hundo.  Dióxido de carbono en los pulmones, drogas en el cerebro.  Me cuelgan las mejillas que no se acuerdan de como sonreír. Los ojos me escuecen llenos de lluvia en las pestañas. Lluvia radiactiva, venenosa, como la sangre de mi corazón. Se me rompe el cuello si lo giro mucho hacia atrás. Sólo puedo mirar hacia delante, y allí no veo nada, nada, nada. Sólo oscuridad, penumbra, abismo, tinieblas ácidas. Por la ventana se cuelan voces que hablan en inglés. Entiendo lo que dicen, más que a veces entiendo tu español. Tus palabras no se corresponden con tus actos. Madrugo y me desnudo, despacio, con asco de tocar mi piel. No pasa el tiempo allá afuera,  y yo espero con o

The end of August

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Hay un anuncio que dice que la vida no está hecha para contar calorías. Yo, este mes de Agosto de 2011, he aprendido que la vida, en general, no está hecha para contar casi nada. Pero a veces, hay que contarlo casi todo. No está hecha para contar lágrimas, ni llantos, ni penas, ni para contar mentiras. Está hecha para que algunas verdades sean contadas y para contar con números las sonrisas, y para contarle al mundo porqué sonríes. No está hecha para contar amigos con los dedos de la mano ni para contar con amigos que te den la mano. Al menos no para los amigos falsos. Está hecha para contar con gente de verdad; poca, pero suficiente.  La vida no está hecha para contar los sueños incumplidos, las promesas rotas. No está hecha para gritarle a oídos sordos nuestros anhelos secretos, no está hecha para perder oportunidades lamentándonos. La vida está hecha para contar que lo conseguimos, que luchamos por lo que queríamos; está hecha para contar cuantas veces nos caemos y cuanta

Relatividad

Lo dijo Einstein, y aunque esté lejos de ser un genio como él, ahora lo digo yo: No sé si estoy loca, o si los locos son los demás. No necesito una Teoría para saber que la locura es relativa, y que depende estrictamente de las causas que la originan: hay locuras justificadas que clasificaría de estado humano necesario, y hay locuras exageradas ajenas a cualquier causalidad que son un trastorno psicológico. Múltiples elementos de nuestra vida diaria pueden despertar nuestra locura, a cada cual la suya. Es más, casi todas las personas tenemos, al menos, dos personalidades, pero sólo una tiene la mirada aviesa y escurridiza del loco. El eterno caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Pero... ¿quién de los dos está más loco? La respuesta siempre es... el que está detrás del espejo. El mío tiene grietas y está muy roto, así que no lo tengo claro. ¿Y tú, lo tienes claro? A mí los ecos y los fantasmas me confunden... Pero en cualquier caso, es mejor tener cuidado: con no enloquecer y c

Diario de sueños (2)

La iglesia estaba separada de nosotros sólo por una carretera y una escalinata rodeada de jardines por la que se ascendía hasta ella. Estábamos sentados en la puerta de una casa que estaba en la esquina de una de las calles paralelas, desde donde veíamos perfectamente, aunque lejana, la puerta del templo. Una esquina justo en diagonal con el lugar sagrado: bastaba cruzar la vía para llegar hasta su escalera. Una escalera muy ancha y larga, que colocaba a la iglesia en una elevación más notoria que el resto de los edificios de la ciudad. Pero la abundancia de sus jardines a diferentes alturas y la frondosidad de los árboles que la rodeaban, camuflaban su espigada silueta y la sumergían bien en el entorno, sin perder su grandiosidad. Era una iglesia en tonos tierra, vainilla y blanco roto, con un tremendo portón que la ennoblecía. Los dueños de la casa descansaban apoyados contra un coche aparcado delante de su entrada, donde estábamos nosotros, conversando con ellos, y esperando.

Herencia rota

Y cuando no pudo más... sus gafas lloraron por ella. Y tuvieron miedo. Sus gafas tuvieron miedo, porque ni llorando podrían curar su miopía de corazón. Habían corregido su vista durante muchos años, la habían enseñado a observar nítidamente a la razón; pero ahora tenían miedo, porque el amor es ciego, y ella lo era más. Y no podían ayudarla a ver las cosas de otra forma, no podían calmarla ni sonarle la nariz, sólo podían empañarse y llorar con ella, haciendo que todo se mostrara aún más turbio, desorientándola más en su enjambre de lágrimas y dioptrías. Sus gafas tuvieron miedo, y del miedo se descolgaron de sus orejas y se deslizaron por su nariz, estrellándose contra el suelo en una caída vertiginosa que ella ya no pudo contemplar. Y al chocar, se rompieron en mil pedazos, coincidiendo con los fragmentos de su corazón. Trocitos de cristal empapados de agua y sangre que ella nunca volvió a ver, y que en un último rencor de miedo y amor, le cortaron los pies el pasar.

Más lejano que la vida, más cercano que la muerte

Era un paisaje más desértico que la superficie de la Luna, o eso parecía a primera vista. Como en aquélla, diríase que el lugar giraba en torno a algo más grande, más importante; es decir, que estaba encuadrado en un emplazamiento no prioritario. Cuando te fijabas más, empezabas a distinguir en la negrura bultos disformes,  como siluetas de esculturas abstractas de algún artista moderno. Su distribución se asemejaba azarosa, pero conforme te acercabas acertabas a establecer una sucesión de puestos, un orden atípico pero, al fin y al cabo, un orden. ¿Qué eran esas cosas? Amplía la imagen y congela. Las figuras se hacen más estrechas, alargadas, altas. Una planicie destaca en su perfil, como si no tuvieran relieve, sino que hay algo  contenido dentro de ellas. En ese momento un movimiento recorre el suelo del lugar, se estremecen sus elementos y la mirada del observador también. Algo extraño está sucediendo… Ya, ya pasó. Vuelve a enfocar y mantén la vista fija. Es el momento d

Cantos de sirenas malditas

Él también tenía una doble vida. Como la canción de Joaquín Sabina. Aunque la única infidelidad que cometía era con él mismo. Era infiel a su persona, engañaba a su propio cuerpo, a su mente confundida. Un Ulises de papel en un barco de cristal. Tenía un único enemigo: él; aunque se obstinaba en verlos en cualquier otro sitio: una noche en un bar, en una chica bonita, en la verdad. Y la verdad no era otra que la que todos compartimos: nadie está solo. Ni siquiera él. Una vez me di cuenta de ello, y no fue precisamente por algo bueno. Todos los seres humanos tememos a varias cosas, lo reconozcamos o no. Pero hay algo inherente a nuestra naturaleza, y es la necesidad de compartir vivencias y emociones; nos da pavor la soledad. Pero realmente no deberíamos tenerle miedo, es imposible estar solo. Imposible, que alguien lo intente. Yo he probado muchas veces, pero no se puede escapar. La soledad no existe, siempre hay alguien que piensa mal de ti, que

Delito en párrafo.

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Caminaba con paso apresurado, vigilante y sigiloso, a través de la concurrida avenida. La policía le seguía los pies, y él no estaba como para dejarse las piernas ni el bolsillo en escapadas a correntías o en taxi. Era mejor deslizarse por entre los ignorantes ciudadanos, que transitaban la calle ajenos al peligro. Pie aquí, pie allá. De una acera a otra, irrespetuoso con semáforos y ancianos. Cuanto más avanzaba más seguro se sentía. Ahora su pequeña fechoría quedaría impune. Pero...¡zas! El pobre delincuente se confío demasiado... y cuando cruzaba sonriente por el último paso de cebra, una señora, a la que otro gamberro acababa de robarle el bolso, gritó escandalizada: "¡Al ladrón! ¡Al ladrón!" Y el futuro convicto se sintió un viandante amenazado, y se llevó tal susto, que se le cayó el miedo, el alma y la sombra a los pies. Y así fue como le encontraron los guardias.

Ciclo de Luna roja

Me tiembla el labio y el párpado mientras me desangro a solas en el baño conmigo y sin ti. Siempre sin ti. Siempre sangre espesa y color lágrima.

Hablar en falso

Tiene que haber un limbo de las promesas perdidas. En algún rincón del universo, debe existir una nebulosa gigante que acoja todo aquello que decimos que haremos y que nunca cumplimos. Hay des-promesas de todo tipo y condición, pero las peores son aquellas en las que ponemos mayor convicción, porque ni la vergüenza personal hace fuerza en nuestra conciencia para acometerlas. Sí, debe existir esa nebulosa gigante, y más que gigante, enorme, tremendamente grande, porque sólo mis promesas incumplidas llenarían kilómetros cuadrados de espacio. De espacio inutilizado. Y aquí sigo, escribiendo sobre ello en vez de ponerme manos a la obra y evitar de una vez que ese limbo de promesas incumplidas se convierta en el agujero negro de mi vida. Tiene que haber un limbo de las promesas perdidas y yo ya estoy perdida en él.

El valor para marcharse, el miedo a llegar

No tengo miedo a salir de mi hogar. Lo que me aterra es que cuando vuelva ya no sea el mismo.

Diario de sueños (1)

De pronto estaba allí, en aquella habitación, inmóvil por miedo a que el sonido de mis movimientos rasgara el aire. Estaba allí y eso era lo único que sabía. La criatura dirigía su cara hacia donde yo me encontraba, pero donde deberían haberse hallado sus ojos, había dos rendijas negras que se hundían en la piel macilenta y me miraban inexpresivas, sin un atisbo de vida, con el color de la muerte. Colocó su mano en el cristal que nos separaba, no sin dificultad, y  la dejó quieta. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, pero un instinto extraño que no logré reconocer me impulsó a poner la mía frente a la suya. El monstruo la observó durante unos segundos, casi perplejo. Acto seguido, empezó a dar golpes contra la pared transparente, y sus iguales comenzaron a imitarle. Empezamos a correr. No sé quiénes eran los demás ni porqué estaban allí, pero saber que eran humanos como yo bastaba. No era momento para plantearse otras dudas. Analicé la situación mientras movía las

En un universo paralelo al nuestro

Que tristeza, que decepción, dos cuerpos inertes sobre el colchón. Ni tuyo ni mío, ni amor ni calor. Sólo ausencia. Ausencia de besos, de más buenos versos, de caricias desnudas en la habitación. Sólo impaciencia, por hallar la manera, de agotar esta espera, de borrar la dolencia, ceniza y carbón. Aguja en vena, aguja de un reloj, que cuenta las vidas, dos vidas, mil vidas, que llevamos perdidas en la habitación. Reloj. Compás de agonía, parsimonía sombría, la cama vacía. No te mires, ¿no me miras? Ni la sangre se calienta en este cuarto con estufas frías, y mucho menos el corazón. Contrarreloj. Menos uno, menos dos, los grados que bajan, los sueños que matan, miradas que espantan, (la ausencia y la presencia, la impaciente adolescencia), y desamor en vena... Buenas noches y adiós. Never look back, my love!

Sí hay de que tener miedo.

Sal corriendo, y tus lágrimas formarán el nuevo río de la vida y de la muerte.

De cables y acero.

Máquina autómata que dice palabras huecas de miedo y silencio . Amasijo de hierros que programó un ciego falto de oídos y de corazón. Engranaje de tuercas que ya no dan vueltas porque les falta el aceite, la sal y el limón. Cacharro con tapas y nariz de hojalata que chirría en clave palabras... de miedo y silencio.

Sé que ya es pedir demasiado, sé que yo no soy Amanda

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(Como un salto en el vacío.) Llegaste y me has dejado colgada del hilo de tus palabras, hoy soy absurda trapecista que caerá si deja de escucharlas. Un destello exagerado en el alma me agoniza si te escapas: miedo a que se apague esa luz y a que el tiempo debilite estas nuevas alas. (Como querer sentirte mío.) Lo único que anhelo es que me invites a bailar contigo: suelta ya amarras. Por favor, cántame tus sílabas, con nuestra melodía insonora de guitarra, pues son hermosas sólo porque se deslizan por tu saliva, y eso me salva. Susúrramelas en voz alta, en voz baja, ahora que te pienso, o al alba. (Como temblar si vuelve el frío.) Y si la noche se hace inmensa, si se apaga el eco rítmico que emanas, no querré más cielos infinitos; el agua no dará vida si tú te marchas. Entonces morirán las flores, no habrá mariposas entre la lavanda; pero yo soñaré que tú compusiste aquella canción, que me llamaste Amanda.

A veces

A veces pienso que comienzo demasiadas veces con un ‘a veces’ los escritos, y también creo que estoy haciendo de la escritura mi propio retrato de Dorian Gray. Así pues, Patricia Gray se pronuncia, blasfema, y exclama, en una calle londinense tétrica y maloliente, que siente un odio visceral, así y con todas las letras del abecedario. Bueno, en concreto con sólo nueve, pero el sentimiento es igual de intenso. Oh, el Londres sombrío de época es sólo mi habitación mal iluminada. Que decepción. Pues bueno, otra más, ¿queda sitio en el baúl de las pantallas de televisión rotas? Porque es ver el mismo canal una y otra vez, hasta que el mando de la tele se acaba rompiendo, porque por más que cambias de cadena, el programa sigue, y sigue, y sigue y tu vida es la misma, la misma, la misma… Y de nuevo el mismo presentador de la sonrisa perfecta y las comisuras temblorosas, con varios kilos de más de agua de colonia barata en las solapas de la usadísima chaqueta. Y con kilos de más en la co

Final de novela

He andado mucho durante todos estos años, y aunque mi vida no sea tan larga como la de otros, mis huesos se sienten lo suficientemente viejos como para saber que ha sido intensa y que ahora soy más sabia que cuando empezó todo.   Ahora sé que la tierra y el mar tienen un alma propia, que la naturaleza dispone de nosotros como si fuéramos pequeñas partículas dentro de su inmensidad, porque en realidad lo somos. Conozco el interior de la gente y sus grados de oscuridad, la eterna escala de grises que muchos niegan pero que yo afirmo, lo cual no es un alivio, porque el más resplandeciente de los blancos puede volverse oscuro como la noche dentro de cualquier individuo. He aprendido que da igual cuales sean tus creencias, porque fuera de ti no suelen valer nada si no las comparten los poderosos. Si tus convicciones no influencian a los que te rodean, vivirás en soledad dentro de tu cabeza, porque nadie más querrá ni podrá comprenderte. He estudiado la esencia de lo superfluo y la

Burbuja

Cuando aún ni la sal del mar ha cubierto los poros de mi piel dejándolos blanquecinos ya me estoy ahogando sin remedio a la deriva en los días que vendrán en este océano tan largo y a la vez tan corto que es el verano de mis diecinueve años como diecinueve olas que me hundirán y me dejarán sin aire para respirar sumergiéndome en un torbellino estival de agua que me retorcerá como ha hecho tantas veces hasta quitarme el aliento y soltarme bruscamente en el mismo lugar donde empecé pero sin una burbuja de aire para poder volver a comenzar.

Eclipse de Luna

-No me preguntes más, anda. Hay cosas muy grandes ahí fuera que están lejos de nuestro alcance y no podemos comprenderlas, hijo. -Pero papá, ¡explícame porqué es tan importante esa pelota blanca que hay dibujada en el cielo! -Verás, tan sólo piensa, que ese planeta va a vivir y ha vivido muchísimos, muchísimos más años de los que puedas imaginar que tú y yo juntos. -¿Y más que mamá? -Y más que mamá, la abuela, la prima Sara, todos tus amigos del cole, tu profesora buena, tu profesora mala, tú y yo juntos. -Bueno papá, pero es que mamá hace tiempo que se fue, entonces no son tantos años...aunque no sé contar tanto. -No, hijo mío, no me refiero a eso y lo sabes. Lo que quiero decir es que ese bloque de tierra ocupa tantos campos de fútbol que no podrías jugar en todos ellos ni en un año, y que se mueve más despacio que la máquina de coser de la abuela, pero que nunca se caerá del cielo. -¿Pero dónde está el arriba y el abajo en el cielo? ¿O la Luna está en otro cielo? ¿Est

Ganas de

Tengo ganas de salir corriendo. De hacer una maleta sin equipaje, sólo con aire y agua y sol. De olvidarme las pastillas, los colirios, las infusiones. De llorar de emoción y no de desesperación. Tengo ganas de escapar. De morirme de calor en una playa y no en esta habitación. De sentir el frío de la noche en mi cama y no en el escritorio, que no escribe nada, que me hace escribirlo todo. Tengo ganas de reír, pero tan fuerte que me duela la cabeza. Tengo ganas de mirar las estrellas del cielo de Madrid. Tengo ganas de un eclipse de mar. De gritar, de escuchar, de llenarme de arena los bolsillos, de romper el reloj de arena, de ser yo quien da las horas. Tengo ganas de vida, de más vida, de huir de la muerte. De echarle una foto y guardarla en los álbumes del pasado, junto a los recuerdos que ya no quiero recordar. Tengo ganas de se duchen mi pelo, mis pestañas y mis ideas, de enjabonarlos a todos juntos, de que se mezclen las sensaciones. Ganas de soñar. Tengo ganas de

Desafiando calendarios

Hoy ya ha dejado de ser un sábado que sabía a domingo.

Al presente

¿En qué momento nos damos cuenta de que no conocemos a la persona a quien amamos? Quizá cuando tenemos que tumbarnos en la cama, mirando al techo, con las lágrimas escurriéndose hasta las orejas, porque no somos capaces de sosteneros en pie, porque la decepción nos marea, porque todo nos da tantas vueltas que parece que el mundo va a estallar. Quizá cuando sentimos que queremos morirnos, cuando sabemos que vamos a ser incapaces de pensar nada coherente en las próximas horas o días, cuando nos metemos bajo la ducha con el agua estallando en nuestra cabeza, para intentar relajar nuestras sienes, tan tensas como hilos de pescar. De pescar lágrimas en el mar de sufrimiento en que se ha convertido nuestra vida. Además, nos quedamos con la boca abierta, pasmadas, asustadas, olvidadas de todo lo que no sea pensar en eso. Se nos cortan los labios, y también las palabras, y se corta algo más ahí dentro. Y la sangre va manchando las paredes de nuestro cuerpo, tiñéndolas del color del dolor,

Al futuro

Ojalá nunca me caigan los anillos de las manos, pero sí gotas de sudor de la frente. Ojalá no tenga nada de lo que arrepentirme, pero sí miles de errores aprendidos.  Ojalá llegue un día en el que quiera saber más, y siempre haya aún más por saber. Ojalá el cielo sea infinito y el infierno se estreche, ojalá se alargue el camino. Ojalá pueda recordar todos mis pasos dados, o al menos, pueda seguir andando. Ojalá suene siempre en mis oídos la banda sonora de mi vida, y sea bonita. Ojalá tuviera muchísimo más que decir, ojalá alguien me pidiera que lo dijera. Ojalá estas palabras sean eternas, ojalá no las olvide, ojalá las hubiera escrito.

Hoy y mañana y ayer

Ansiedad de las ganas irreflenables de coger el mundo con las manos y no dejarlo escapar sino poder moldearlo a mi gusto y a lo que necesito y a lo que ahora quiero y saber que es posible conseguirlo sin demasiado esfuerzo, sino fácil, bonito, asequible por una vez, para mí y para los que quiero que estén conmigo en esta aventura. Pero siempre la vida se escurre entre los dedos...

11 de Mayo de 2011, el día que tembló Lorca

Es cierto eso de que piensas que nunca te va a tocar a ti, hasta que te toca. A ti, a los tuyos, a tus demás, a tu hogar. Es cierto que yo no estaba allí, que noté mínimamente los temblores de Lorca, el primero de magnitud 4.5 y el segundo de 5.2, pues a Murcia llegaron con reminiscencia, apagados, alejados de ese epicentro que fue mi ciudad natal. Pero mi angustia y mi miedo fueron los mismos, al oír a mi madre llorando desesperada por el teléfono que se entrecortaba, que casi no nos permitía comunicarnos, que me dejaba a ciegas de todo lo que sucedía, con los ojos tapados sin poder ver a mi familia, sin poder saber si estaban bien, si todos habían podido ponerse a salvo, si no se les había caído la casa encima, si aún tenían casa. El terror era sobrecogedor, me sentí apartada, como una desertora por no estar allí con ellos en esos momentos, por no haber sentido mi tierra lorquina temblar y no haber temblado yo con ella. Ojalá nadie hubiera temblado. Tras el susto inicial y el